
Katia Lemus Barajas
El día llegó y desde temprana hora, miles de mujeres comenzaron a congregarse en los diferentes puntos a los que fueron convocadas para salir en “manada” como ellas mismas se auto nombran para marchar y exigir justicia, igualdad y respeto a sus derechos.
Una a una fue llegando y, aunque la mayoría no se conocía, sabían que el mismo fin las reunía: poner fin a la violencia de género… más que una protesta, para ellas representaba un acto de resistencia y sobre todo de memoria por esta lucha que empezó hace cientos de años.
Las manecillas del reloj poco a poco avanzaron y la hora llegó en un abrir y cerrar de ojos por lo que mujeres delgadas, con sobrepeso, con flacidez, con piel de naranja o con estrías; pelirojas, güeras, de pelo negro, azul o morado; de ojos verdes, azules, cafés y negros; con vitíligo, con piercing, sin ninguna perforación, altas, bajas, de cabello chino, lacio u ondulado; en sillas de ruedas, con prótesis, en muletas, tatuadas con la técnica blackout e incluso con el uniforme porque ya no alcanzaron a cambiarse comenzaron a agruparse.
Así, después de una pequeña intervención musical de un grupo de mujeres que cantó música Sou Jazz y que logró trasmitir una melodía con profunda emoción, pues, a través de su cuerpo, expresaron sentimientos de amor, dolor, alegría y desesperación.
Una docena de mujeres bikers, quienes adornaron su moto con globos morados y verdes, así como con leyendas de “No somos histéricas, somo históricas”, “queremos ser libres, no valientes” y “no soy una princesa, soy una guerrera”, fueron quienes abrieron la marcha y al avanzar mostraban su porte, imponentes y de aspecto rudo haciendo resonar sus motores.
Seguidas de ellas, otro pequeño contingente de mujeres en bicicleta y patines avanzó mientras lanzaba un par de consignas como “vivas se las llevaron, vivas las queremos” y “señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”.
Las Danzantas Nahuiollin lanzaron pétalos de rosa y granos de maíz a los espectadores que para ellas representa sabiduría ancestral.
Las curanderas tradicionales, vestidas de colores claros en los que predomina el blanco, usaron el caracol, que simboliza la unión, la reconexión espiritual, la vida, la fertilidad y la creación, mientras que el copal lo usaron como una ofrenda a los dioses.
Uno de los contingentes más grandes de esta manifestación a la que convocó el Frente Feminista y que partió del Jardín Guerrero fue el de las mujeres que marcharon por primera vez al lado de sus hijas.
María, de 65 años, reconoce que siempre tiene conflicto con su hija por su forma de vestir y pensar, pero hoy decidió aceptar su invitación para acompañarla en esta que supo que no era solo su lucha, sino de todas y aunque estuvo a punto de retirarse del grupo decidió caminar porque, mientras iniciaba la marcha, conoció a la madre de la familia de Perla Citlalli Martínez Zúñiga, de 27 años, la odontóloga quien fue privada de la vida en su consultorio en San Juan del Río.
“No me imagino el dolor de la madre de esta joven a quien un día vio salir de su casa y ya nunca regresó porque alguien la privó de la vida”, refirió María quien al terminar de expresar estas palabras abrazó a su hija, a quien con cariño llamó “mi pequeña rebelde”.
Aunque de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), confirmó que Querétaro fue el estado con la menor tasa de feminicidio en 2024 con .3 víctimas por cada 100 mil habitantes entre el 1 de enero y el 30 de noviembre, la entidad se ubicó muy por debajo del promedio nacional de .7; para estas más de 25 mil mujeres que salieron hoy a tomar las calles, la muerte de una lo representa todo.
Miranda es madre de Ana, quien a su vez es mamá de Karla y aunque ninguna de ellas ha sufrido violencia en ninguno de sus formas, no se consideran escandalosas, rebeldes, nunca les ha faltado amor y tampoco se dicen ser de izquierda o derecha, decidieron salir a marchar por aquellas mujeres que a diario sufren de acoso sexual, psicológico, laboral o económico.
“Nosotras decidimos acompañar esta lucha para apoyar a tantas mujeres que a diario son acosadas en la calle cuando van a la escuela o a trabajar, que son víctimas de sus jefes o compañeros de trabajo, por aquellas mujeres que fueron violadas o golpeadas por un familiar que dice quererlas, salimos a marchar por esas mujeres que salieron de casa y ya no regresaron y que para colmo las autoridades las revictimizan por su forma de vestir y que en lugar de clasificar su muerte como feminicidio lo hacen como homicidio calificado, Por eso hoy mi hija y mi nieta salimos hoy a tomar las calles”.
En esta ocasión, ese grupo fue el más grande porque poco a poco las madres visibilizan cualquier tipo de violencia en una sociedad machista y patriarcal, en donde aún prevalece el “qué dirán” o comentarios como “las mujeres, como, las escopetas: cargadas y atrás de la puerta”.
Hubo madres que iban con sus hijos hombres, quienes también portaban carteles en los que se leía “marcho porque mi hermana, las hermanas de mis amigos y mi novia para que regresen seguras a casa”.
Cada uno de estas más de 25 mil mujeres que salieron a gritar consignas como “mujer escucha esta es tu lucha”, “tranquila hermana aquí está tu manada”, “verga violadora, a la licuadora”, y “no se va a caer, lo vamos a tirar” iban ataviadas con los colores morado, verde, negro, lila y rosa.
En esta marcha conocida como 8M que conmemora el Día Internacional de la Mujer, se visibilizó y también se escuchó la voz de las niñas y adolescentes por lo que algunas mamás decidieron que sus hijas usaran el traje de primavera del desfile del 21 de marzo en esta manifestación y en cuyas alas se leyeron los mensajes ”Que haber nacido nena, no sea una condena”, “luchamos hoy porque mañana no falte ninguna en nuestro salón”, “soy y seré lo que yo quiera ser”, “yo levanto la voz por las que ya no están”, “soy la voz de las niñas que ya no están”, y “que toda niña sepa que nuestra voz puede cambiar el mundo”.
Casi todas las personas que participaron en esta marcha mostraron con orgullo el cartel con el que se identificaban o con el que externaron lo que sentían: “Este grito viene de un corazón cansado de vivir con miedo”, “no es una lucha de mujeres ni una lucha de hombres cuando se quiere hablar de revolución”, “nunca tendrán la comodidad de nuestro silencio”, “de mi cuerpo y vestuario, ahórrate el comentario”, “hasta que la dignidad sea costumbre para todas”, “somos las voces que nunca callarán”, “teníamos dos opciones, estar calladas y morir, decidimos hablar”, “calladitas no nos vemos más bonitas”, “que los ojos de tus víctimas te persigan en tus sueños y el llanto de sus madres no te dejen dormir”, “quiero que los secretos familiares dejen de encubrir a machistas y golpeadores”, “mujeres teníamos que ser” y “no seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas e incluso cuando sus cadenas sean diferentes a las mías”, entre otras.
Otras mujeres, quienes tuvieron que trabajar apoyaron la causa desde la tienda o el comercio en la que se encontraron, incluso hubo quieres se asomaron a la calle con una hoja que decía: “por mí y por todas”.
Al abrirse paso, hombres y mujeres quienes formaron una valla observaron como madres, hermanas, amigas, compañeras, conocidas e incluso desconocidas hacían suyas las calles por las que, alguna vez, fueron acosadas o se sintieron inseguras.
El paso de las manifestaciones del 8M por el Día de la Mujer dejó varias pintas en algunas iglesias como la de San Francisco que a pese que mantenían unas barricadas, algunas mujeres lograron saltarlas y pintarlas dejando mensajes con la palabra “violadores”.
Para las mujeres los sacerdotes son unos pederastas, pues a lo largo de la historia se han dado a conocer varios casos en los que los religiosos abusaron de niñas y niños, este es el caso del padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, abusó sexualmente de 60 menores de edad.
Esta organización reconoció que, desde su fundación en 1941 y hasta 2019, 175 menores de edad víctimas de violación sexual cometidas por 33 sacerdotes, incluido el padre Maciel y en su gran mayoría, admiten que fueron niños adolescentes de entre 11 y 16 años.
En 2014, un día después de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) condenó los abusos sexuales a niños dentro del seno de la Iglesia, los Legionarios de Cristo entonaron el “Mea Culpa” por los gravísimos e inmorales actos de su fundador.
Incluso, durante el paso del contingente, algunos carteles con imágenes religiosas que se encontraban en los cuadros de anuncios parroquiales fueron destrozados del rostro y colocados encima de estos recortes de periódico con cifras maquilladas de “esclarecimientos” de feminicidios.
Una mujer, de edad avanzada, quien vio pasar el contingente de mujeres me preguntó que a qué hora terminaría la marcha, a lo que respondí que estábamos a punto de llegar de nuevo al Jardín Guerrero, donde continuaría un evento cultural y artística y con una voz dulce y preocupada me dijo que ojalá que no se nos obscureciera para poder llegar temprano a casa y sin ningún peligro.
El contingente avanzó y de nuevo regresó al Jardín Guerrero en donde poco a poco todas se concentraron para escuchar un manifiesto al tiempo en que varias mujeres con gran valentía cubrieron un lienzo blanco con los nombres de sus agresores sexuales y violentadores.
“Violador, Juan Francisco Delgado”, “Andrea Marines Loza por abusar de mi“, “Brian Simón Huerta, violador”; Xarek Bermejo es un abusador emocional y físicamente”, “Sebastián García, es u abusador”, “Lusi Ramírez López, es un acosador”, Juan José Saldaña Castillo, es un violador”, Jesús Emanuel Hernández Diaz, es un abusador”, “Daniel Alejandro García Argueta, es un violador y por tu culpa mi mamá ya no es la misma”, Julio Eder López Gutiérrez, es un abusador”, “Adán Bautista Jiménez es un acosador”, “Uriel Marines es un violador”, y así continúo la lista de nombres que al ser escritos aligeraba un poco el alma de quienes escribían en ese espacio que se contempló para cada una de ellas.
El cierre de la manifestación fue de los momentos más emotivos para este contingente, quienes atentas escucharon “canción sin miedo” la cual fue interpretada, por primera vez, por Vivir Quintana el 8 de marzo de 2020 en la Plaza Constitución, en la Ciudad de México y que después se convirtió en el himno de la lucha feminista.
Con lágrimas, sollozos y el moco suelto, estas mujeres, quienes hoy salieron a hacer eco, cantaron al unísono: “Si tocan a una respondemos todas, soy Fabiola, Valeria, Teresa, María, soy la niña que subiste por la fuerza, soy la madre que ahora llora por sus muertas, y soy esta que te hará pagar la cuenta, justicia, justicia”.
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