Mujeres y Ciudad

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La Columna del @FrenteQueretano

Por Paloma Concha
Integrante del colectivo Ehya y d el colectivo Zapato Blanco, que visibiliza las muertes viales en la ciudad de Querétaro.

 

Aunque haya cientos de personas que transiten por una de las tantas calles de la ciudad a la misma hora, el mismo día, sus experiencias van a ser muy distintas. Y más allá de la subjetividad individual, hay algo innegable: esa calle no ha sido diseñada tomando en cuenta a más de la mitad de la población y la autoridad brilla por su ausencia.

En el estado de Querétaro, un poco más del 51% de quienes lo habitamos somos mujeres. Ganamos un 19% menos que los hombres, utilizamos más el transporte público, nuestros trayectos son menos lineales, invertimos tres veces más de nuestro tiempo en actividades de cuidado que los hombres y nos movemos en una entidad con altos índices de violencia contra nosotras.

Salimos de nuestras casas y puede ser que no haya alumbrado público ni banqueta, pero si la hay, encontraremos que algún poste, soporte publicitario, o incluso un vehículo, no nos permite caminar en ella.  En los espacios libres, la banqueta suele estar rota y con coladeras abiertas. Además, es tan angosta que apenas cabe una persona. Si nos acompañan nuestras hijas o hijos, si llevamos una carriola o una silla de ruedas o muletas, ir sobre la banqueta es inviable.

También es posible que debamos caminar varias cuadras para llegar a una parada de transporte e incluso cruzar un tremendamente inseguro puente peatonal. Hasta aquí, no hemos visto un solo espacio público habilitado para descansar ni un paso de cebra que respete el trayecto más corto para ir de un punto a otro. Somos afortunadas si al momento de abordar la unidad no hemos recibido “comentarios” acerca de nuestro cuerpo o vestimenta y no se nos ha acercado un hombre para tratar de tocarnos, asaltarnos o subirnos en algún vehículo sin placas.

Subir a un camión sucio, repleto de usuarios y en donde el riesgo de sufrir acoso sexual es alto no mejora las cosas. Si usamos la bicicleta nos percatamos de que no hay suficientes ciclovías confinadas, además de que muchas no están conectadas y que las vialetas no detienen a los camiones de pasajeros, repartidores o de basura; tampoco a autos particulares ni oficiales que se estacionan o no respetan los límites de velocidad. Hasta parece que nos están empujando a adquirir deuda para comprar un automóvil.

Por otra parte, cambiar un pañal o ir al baño es imposible. Recurrir a la buena voluntad de quienes despachan gasolina o atienden algún negocio nos pone en riesgo. Aunque no lo parezca, los baños públicos son parte esencial de la infraestructura de movilidad, independientemente de la forma en que decidamos hacer nuestros trayectos.

Hay que recordar que las mujeres solemos hacer varias escalas antes de llegar a nuestro destino porque, además de trabajar, nos encargamos de comprar víveres, pagar servicios, llevar hijas e hijos al colegio, acompañar a nuestros familiares al médico y de muchas otras actividades que sostienen la vida cotidiana de la ciudad. Todo esto en un entorno que no deja de ser hostil porque el gobierno de turno no asume la responsabilidad de hacer las transformaciones que nos permitirían ejercer nuestro derecho a la ciudad.

Hasta que la autoridad facilite la infraestructura para que las mujeres podamos desplazarnos con la misma facilidad que los hombres podremos hablar de una ciudad para todas y todos. Es posible, y ya es momento de que se haga realidad.

Twitter: @Paloma_ACD, @ColectivoEhya, @ZapatoBlancoQro

Newsweek

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