Samuel García, gobernador del estado de Nuevo León, ha declarado que su estado se encuentra “en una crisis climática extrema” lo que representa el punto más álgido de la sequía.
Derivada de esta situación, las más de 5.3 millones de personas que habitan en la capital del estado, Monterrey, tienen que arreglárselas para subsistir con sólo seis horas al día de bombeo de agua potable, una restricción nunca antes vista e implementada por las autoridades para racionar lo que queda en sus represas.
Sin embargo, las reservas están prácticamente secas. La presa de Cerro Prieto solo tiene el 2% de su capacidad y la presa La Boca el 9%. Además en las tiendas hay días en los que no se consigue agua embotellada, incluso en los barrios más ricos de la urbe industrial, que siempre se ha preciado de tener un nivel de desarrollo superior al resto de México.
Para José Antonio Ordoñez Díaz, investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, la ciudad entró en lo que denominan como el día cero, un punto que pronosticaba desde hace años en el que la población viviría la escasez de agua por la sobreexplotación de los recursos y la falta de gestión del líquido. “Es el momento que te das cuenta que ya no tienes agua para hacer las cosas”, explicó el profesor.
Actualmente, la gente en Monterrey no tiene agua para lavar la ropa o para usar en el baño. La mayor parte de los hogares están recibiendo solo tandas de agua de lo poco que queda en las presas. Tienen un déficit hídrico de más de 31 millones de metros cúbicos y dependen por completo de la lluvia.
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